¿Dónde lavaban su auto James Bond, el súper agente 86 o Jean Claude Van Damne? Al parecer uno de los secretos mejor guardados de estos audaces agentes no residía en el modo de conquistar a las mujeres ni en cómo penetrar subrepticiamente en los cuarteles de sus enemigos. A mí por lo menos me resultaba un enigma porqué nunca sus fantásticos automóviles se volcaran, estallasen, o volaran en pedazos durante esas velocísimas persecuciones.
Hoy encuentro que todo era más simple: ¡hacían lavar su auto con agua bendita!, tal como lo hacen, ya masivamente, en una iglesia cristiana de Manchester, en el Reino Unido. Si bien aquí no garantizan la disminución de riesgos de accidentes está claro que abonan, según afirman, a la conservación del planeta mediante el reciclamiento del agua que usan para bautizar a sus fieles. Y lo hacen bien porque el bautismo en la iglesia cristiana es por inmersión y no por aspersión como tan tacañamente lo hace la católica, con lo cual se desperdiciaban –dicen- 550 galones semanales.
Pero si bien el misterio de James Bond me ha quedado develado, me ha surgido otro mayor. ¿No que el bautismo era un símbolo de purificación, lleno de significaciones sagradas? La iglesia en su afán de modernizarse y atraer fieles de esta época postmoderna ha hecho un download y se ha bajado una versión más actualizada del bautismo, pero le ha quitado su significación simbólica sagrada, al volverle utilitario.
Pronto llegará el día en que lanzarán la hostia como freezbee o la fabricarán enriquecida con hierro y la producirán en paquetes de doce unidades para consumirlas durante el día, y sentirse con aliento olor a Dios o purificados por su “carne”.
No sabemos si en esa iglesia en lugar de llamar a misa, pondrán anuncios de “se lava autos”, pero es claro que tarde o temprano podrán también iniciar el negocio del rodapiés bendito donde restregar las suelas de los zapatos y bendecir así los pies que nos conducirán con bien en ese día.
Ellos dicen que no hacen negocio con Dios o que banalicen algo serio. Lo que intentan es no desperdiciar recursos. Más todavía éste que en cincuenta años será, según UNICEF el gran porqué de las guerras, en lugar del petróleo. Y hacen bien. Al fin y al cabo estamos acostumbrados a que cuando se inaugura una represa o algún puente se salpique agua bendita.
Me adhiero entonces a esta nueva religión recicladora y conservacionista del planeta. Y hago votos por que se incentiven esos lavados -que sería como dar la hostia a los automóviles-, puesto que para muchos la vida transcurre en su auto, pasan todo el tiempo en él y es la expresión más sublime de su corporeidad, pues han hecho del auto su segunda piel, su cuerpo socialmente más presentable o, como dice Roland Barthes, nuestra casa simulada.
“Se lavan carros con agua bendita”. Definitivamente, un gran eslogan publicitario o un llamado religioso. En cualquier caso, es efectivo y emulable porque el antiguo saludo de “vaya con Dios” hoy es por fin un anuncio publicitario real.
Lo único que me preocupa es que si el propósito de la inmersión es limpiarnos del espíritu de pecado, ¿no estaremos impregnando los carros con la mugre espiritual de los bautizados?
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