martes, 30 de octubre de 2007

Cuando 1 es + que 1 premio

No solo las matemáticas son casi incomprensibles para el común de la gente. Mucho más lo son algunas decisiones de ciertos matemáticos.

A usted y a mí, simples mortales, seguramente nos importaría un pepino no entender “el teorema de Fermat” o la “hipótesis de Riemann”, pero, definitivamente, nos atormenta y rompe la cabeza el enigma de porqué el matemático “Grisha” Perelman rechazó un millón de dólares que quisieron darle como premio por resolver “la conjetura de Poincaré” planteada hace más de cien años.

Dicha conjetura afirma que si un lazo en un cierto tipo de espacio tridimensional puede ser deformado hasta un punto sin rasgar ni pinchar, ni el lazo ni el espacio, ese espacio es equivalente a una esfera. ¿Entendió? No se preocupe. Científicos de mayor calibre que nosotros tampoco lo hicieron. Hasta hoy. En todo caso, digamos que la conjetura es fundamental para la topología, la rama de la matemática que trabaja con las formas. Así, para el topólogo, una esfera, un cigarro o la cabeza de un conejo son lo mismo porque pueden deformarse hasta convertirse uno en el otro.¡Vaya descubrimiento, digo yo! Si desde hace rato que sabemos nosotros cómo la cabeza de nuestros presidentes se convierten fácilmente en “cabeza de turco”, de alcornoque o de chorlito. Lo que no sabíamos es que lo podíamos demostrar matemáticamente. Aunque es justo precisar que aquello no es “la conjetura de Poincaré” sino una “conjetura generalizada”.

“Para mí, alguien que rechaza un premio de un millón de dólares, en lugar de genio es un perfecto idiota”, dijo una señora mientras compraba el periódico. La lavandera de la casa comentó: “el tal Perelman podrá ser todo lo matemático que quiera, pero se ve que no sabe de cifras”. Sea lo que sea, Perelman demostró que un premio de un millón de dólares es matemáticamente inferior a la satisfacción de dejar con la quijada en los zapatos a los jueces del certamen y al mundo entero, al rechazar la medalla Fields, considerada el “Nóbel de la matemática”. Los premios se rechazan o se aceptan según de quién vengan (aunque hay quienes no hacen distingo cuando es jugoso el galardón…). Baudelaire hablaba de preseas que se desprecian igual que algunas mujeres… por haberse “ensuciado” con ciertos hombres. Pero Perelman ¿por qué lo hizo? ¿Razones políticas? ¿Ideológicas? ¿Quizá personales y de temperamento -pues no es la primera vez que “Grisha” rechaza un premio? Según Ricardo Pérez Marco, con quien conjuntamente ganó el Premio Europeo en 1996, “Grisha” se resistió una vez más a recibir el galardón en rechazo a la falta de ética, el conformismo y la mediocridad con que en los cenáculos científicos y académicos normalmente marginan y cierran los caminos a los verdaderamente buenos.

¡Ahhh… los premios! ¿No fue envidiando uno que Caín mató a Abel? Son la rivalidad hablando en voz baja, ¡son la aprobación de nuestros dioses! Quien no ha ganado un premio no sabe lo que es sentirse tan importante. Como el pulgón dando un discurso en la Asociación de Piojos, o el neandertal entrando al club del Cromagnon. Atraviesan tanto nuestra vanidad que por eso el gesto de Perelman es loable, justo, admirable. (casi digo… “se merece un premio”). Porque, sin duda, más meritorio que ganar un premio es ser capaz de rechazarlo.

Solo un cuestionamiento le tengo a Perelman: explicó cómo cualquier cosa sin agujeros ¡tiene que ser una esfera! Pero yo, sin ser matemático, puedo demostrar que a mitad de mes mi bolsillo “se hace bolas” y sin embargo presenta agujeros… Al menos no me explico de qué otra forma es que se me escurre el sueldo.

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